“Salí con una chica que no lee.
Encontrala en medio de la mugre de un bar del bajo. Encontrala en medio del
humo, de la transpiración de los borrachos y de las luces psicodélicas de un
boliche de lujo. Donde sea que la encontrés, descubrila sonriendo y asegurate
de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la
mirada. Encandilala hablándole de trivialidades; usá las típicas frases de
conquista y reíte por dentro. Sacala a la calle cuando los bares y los boliches
ya hayan cerrado; ignorá la fatiga que sentís. Besala bajo la lluvia y dejá que
la luz tenue de un farol de la calle los ilumine, así como viste que pasa en
las películas. Hacele un comentario sobre el poco significado que tiene todo
eso. Llevátela a tu departamento y despachala luego de hacerle el amor.
Curtítela."
“Dejá que la especie de
contrato que sin darte cuenta creaste con ella se convierta poco a poco,
incómodamente, en una relación. Descubrí intereses y gustos comunes como las
pastas o la música pop, y construí un muro impenetrable alrededor de todo eso.
Hacé del espacio común un bastión sagrado y regresá a él cada vez que el aire
se vuelva pesado o las veladas se estiren demasiado. Hablale de cosas sin
importancia y pensá poco. Dejá que pasen los meses sin que te des cuenta.
Proponele que se mude a vivir con vos y dejala que decore la casa. Peleate con
ella por cosas insignificantes como que la cortina de la ducha tiene que estar
siempre cerrada para que no se llene de moho. Dejá que pase un año sin que te
des cuenta. Empezá a darte cuenta."
“Llegá a la conclusión de que
probablemente tendrían que casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho
tiempo de tu vida. Invitala a cenar a un restaurante fashion en Puerto Madero y
asegurate de que tenga una linda vista. Pedile al mozo que le traiga la copa de
champán con el anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponele matrimonio con
todo el entusiasmo y la sinceridad que puedas juntar. No te preocupes si sentís
que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho; y si no sentís nada,
tampoco te preocupes. Si hay aplausos, dejá que terminen. Si llora, sonreí como
si nunca hubieras estado tan feliz; y si no lo hace, igual sonreí."
“Dejá que sigan pasando los
años sin que te des cuenta. Armate una carrera en vez de conseguir un trabajo.
Comprate una casa y tené dos lindos hijos. Tratá de criarlos bien. Equivocate a
menudo. Caé en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma
naturaleza. Sufrí la típica crisis de los cincuenta. Envejecé. Sorprendete por
tu falta de logros. En ocasiones sentite satisfecho, pero vacío y etéreo la
mayor parte del tiempo. Durante las caminatas que hagas, tené la sensación de
que nunca vas volver, o de que el viento puede llevarte. Contraé una enfermedad
terminal. Morite, pero solamente después de haberte dado cuenta de que la chica
que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera sentido; que
nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también va a morir
arrepentida porque su capacidad de amar nunca generó nada."
“Hacé todas estas cosas,
mierda, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hacelo, te digo, porque
una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hacelo porque una
chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una
vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la
convierte en una necesidad alcanzable, en vez de algo maravilloso pero ajeno a
vos. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo
espeso e inerte de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación
causada por el desespero del que la ama demasiado. Un vocabulario, carajo, que
hace de mi sofística vacía un truco berreta."
“Hacelo porque la chica que lee
entiende de sintaxis. La literatura le enseñó que los momentos de ternura llegan
en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y
exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de
decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las
pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la
mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los
hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo continuará, sin razón y
sin propósito, después de que ella haya hecho sus valijas y pronunciado un
adiós inseguro. Tiene claro que en su vida no voy a ser más que unos puntos
suspensivos y no una etapa; y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le
permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida."
“Salí con una chica que no lee
porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear
los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel.
Tendrá paciencia en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar
el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable
significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues ya se ha despedido de
miles de héroes con apenas una pizca de tristeza."
“No salgas con una chica que
lee porque ella ha aprendido a contar historias. Vos, con tu Joyce, con tu
Nabokov, con tu Woolf; vos en una biblioteca, o parada en la estación del
subte, tal vez sentada en la mesa de un café, o mirando por la ventana de tu
cuarto. Vos, la que me hizo la vida tan difícil. La lectora ha desenredado la
madeja de su vida y la ha llenado de sentido. Insiste en que la narrativa de su
historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son
coloridos y el estilo atrevido. Vos, la chica que lee, me hace querer ser todo
lo que no soy. Pero yo soy débil y te voy a fallar porque vos soñaste, como
corresponde, con alguien mejor que yo y no vas a aceptar la vida que te
describí al inicio de este texto. No te vas a resignar a vivir sin pasión, sin
perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser contada. Por eso, andate
de acá, chica que lee; tomate el siguiente tren que te lleve al sur y llevate a
tu Cortázar con vos. Te odio, de verdad te odio.”
Charles Warnke